jueves, 29 de mayo de 2008

¡Feliz día del Padre!

Con mucho cariño para todos los jefes del hogar, aunque se enojen las señoras. ¡Felicidades!

Oye negra, ¿Te puedo hablar?
ya los chicos se han dormido
así que, así que deja el tejido que después te equivocas.

Hoy te quiero preguntar
¿Por qué motivo las madres amenazan a sus hijos?
con ese estribillo fijo de, “¡Ah, cuando venga tu padre!”

Y con tu padre de aquí y con tu padre de allá
resulta que al final al verme llegar a mí
lo ven entrar a Caín y escapan por todos lados.
Y yo, que vengo cansado de trabajar todo el día
recibo de bienvenida una lista de acusados.

Tú empiezas con tus quejas y yo tengo que enojarme
igual que hiciera mi padre al escuchar a mi vieja.
Entraba a fruncir la ceja apoyando a ese fiscal
que en medio del temporal se erigía en defensora
lo mismo que tú ahora que siempre me dejas mal.

Si los perdono, ¡que ejemplo! ¡Es así como los educas!
Si los castigo, ¡eres bruto! ¡No tienes sentimientos!

A mí, a mí que llegué contento
y no tuve más remedio
que poner cara de serio
y escuchar tu letanía.

A mí, a mí que me paso el día
pensando en jugar con ellos,
yo sueño en llegar a casa y olvidarme felizmente del trabajo
de la gente y de todo lo que pasa.

Los hijos son la esperanza
y el porqué de nuestras vidas,

Por eso nunca les digas ¡ah, cuando venga tu padre!

No quiero encontrar culpables
quiero encontrar alegría,
que no me pongas de escudo como lo hacía mi madre
que consiguió que a mi padre lo imaginara un verdugo.

Él llegaba y te aseguro que se acababan las risas
y en lugar de una caricia o hablarle como a un amigo
lo miraba compungido presintiendo una paliza;
y el pobre que me entendía, sacudiendo la cabeza
escuchaba con tristeza lo que mi madre decía
y que él, y que él de sobra sabía.

¡Que con éste no se puede,
que me pinta las paredes
que trajo las suelas rotas,
que la calle, la pelota
que me saca canas verdes!
¡A la cama sin cenar! Aburrido me ordenaba
mi madre me consolaba y yo, yo lo culpaba a él,
a él que había llegado recién de trabajar, cansado
y ya lo había yo amargado con todas mis travesuras.

Los hijos nunca analizan el sentimiento del padre
porque el brillo de la madre es tan fuerte que lo eclipsa,
sólo le hacemos justicia cuando nos toca vivir
a nosotros su problema.

¡Ay!, si mi padre viviera ¡que recién lo comprendí!
¿Y porque nunca me dijo lo mucho que me quería?
Si hoy yo sé cuanto sufría al ver enfermo a su hijo,
porque me miraba fijo el primer pantalón largo
y sé, y sé que, hasta me habrá besado cuando yo
estaba dormido.

Hoy que todo lo comprendo
¿Por qué no estás a mi lado?
¿Por qué no estás ahora para besarte bien fuerte viejo lindo?
Y ofrecerte mi cariño a todas horas.
Ves a tu hijo que llora, ¡pero llora con razón!
porque te pide perdón pensando en aquellos días
en que ciego no veía que eras puro corazón.
Déjame negra !que llore!, ¡es tan lindo desahogarse!

En fin, veamos… veamos que hacen nuestros
futuros señores.
Mira esos pantalones.
Tápale un poco a la nena;
Si, si ya sé, no me lo digas,
Hoy se fue a la calle sola.
Acuéstate rezongona,
mañana…
mañana será otro día.